El timo de las comidas de Navidad

camarero

Penosa. Esa es mi calificación de la comidad de Navidad de la que fui víctima ayer.

Debo admitir que fui invitado a tal evento y sólo sabía de antemano que el menú elegido era el de 30 euros (5.000 pesetas, señor Solbes, que yo si sé lo que vale un euro).

Llegué el último y me perdí los dos platitos de productos ibéricos de los que ya habían dado cuenta mis compañeros (castigo por mi tardanza), pero pude probar un par de croquetas «caseras» con una sospechosa forma y relleno, muy similar a las croquetas de paquete, y una rodaja de algo parecido al cazón, que previamente al empanado, habían marinado en «algo amarillo» (imagino que para disimular su ausencia de frescura).

Entretanto bebíamos Beronia crianza de 2004 (6,91 en tiendas, 13 euros en el restaurante). Me pidieron consejo para cambiar de vino, pedí la carta y tras repasarla detenidamente, me decanté por un Protos crianza que sólo nos costaba 1 euro más que el Beronia. Mi sorpresa fue cuando al pedir al camarero (que a partir de ahora llamaremos «cara de pie» por su «alegre expresión facial») un par de Protos, me dijo muy estiradamente que tal vino no entraba en el menú.
Le pregunté qué vinos se incluían en el menú y me señaló la botella vacía de Beronia, con cara de perdonarme la vida por inculto, y dijo: «esa»… «Pues traiga dos de esas», dije yo, sabiendo que no pagaba y que no tenía porqué elevar la cuenta con mis excentricidades (aunque sólo fueran un par de euros).

Después del episodio del vino, nos pusieron otro par de raciones. Esta vez un revuelto y un plato de secreto a la plancha (que podía haber estado en la plancha un rato menos del que estuvo). Nos los comimos todo (en mi zona de la mesa, cada ración era para 5 personas).

«Cara de pie» pasó una vez más a retirarnos los platos y entonces me di cuenta que nadie me había preguntado si yo quería carne o pescado (en el buen sentido) así que supuse que al ser el menú económico de 5.000 pesetas (30 euros) sólo habría un primero, sin posibilidad de elección.

Al rato empezaron a repartir platos, pero en lugar de contener un «bicho muerto», como dice un amigo, lo que habían puesto ante mis ojos era el surtido de postres.

Intentando asimilar lo que había sucedido, me comí despacio el postre, pedí un cortado y me fui como vine.

Afortunadamente, en la siguiente comida de Navidad soy yo quien prepara el primer plato.

Feliz Navidad a todos.

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